Una tierra productiva que no lo fue más, a su región empezaron a llegar grandes empresas que iniciaron la extracción de arcilla a gran escala, y que sin permisos se adueñaron de los recursos naturales, destronando a la finca convencional y la alfarería artesanal; acabando el agua, comprando tierras productivas para convertirlas en espacios muertos y creando empleos que precarizaron la mano de obra, este es el eco de las voces que retumban en la zona.
Indican que desde aquel entonces se fue perdiendo la identidad de los pueblos, así como las ganas de luchar por su tierra, quedando grabada en sus memorias que, sin estas empresas, la región no iba a tener cómo sobrevivir, les hicieron creer que ellos necesitaban más de las industrias que las industrias de su región, dicen no tener una buena percepción de las autoridades por el poco o nulo control institucional que pareciera no tener filtro para entregar licencias ambientales.
La problemática de la extracción de arcilla a escala industrial se da en el Norte del Cuaca desde los años 80’s. Sus habitantes no habían notado esta situación, la mayoría, consideraban que el único problema de la región era la producción de caña de azúcar, que “trajo consigo despojo de tierras, fumigaciones, quema de la caña, la caída de la ceniza y la desaparición de las pequeñas fincas, así como el aumento de los jarillones, además del problema de no tener agua potable, porque el agua era prioridad para los ingenios y para los regadíos de la caña”, explica Alion, para ella, la desconexión entre las poblaciones que viven en las zonas rurales y de las que residen en el casco urbano, son el gran problema, porque les lleva a desconocer sus diversos contextos de explotación.
Corporación Colombia Joven
Alion Bohórquez volvió en el 2016 a su tierra, ahora era una historiadora con énfasis en producción audiovisual. Participando en una huerta comunitaria encontró a un viejo amigo que la conectaría con el trabajo social por la vida y la reestructuración de su región a través del Grupo Semillas
“Las organizaciones fuimos pioneras en esta investigación sobre la problemática socioambiental. A los 15 días visitamos las zonas rurales y se pudo evidenciar que están los llamados ‘lagos’ que no son más que espacios explotados para la extracción de arcilla, por lo menos la caña de azúcar te deja la tierra improductiva por un tiempo mientras esta se recupera de nuevo, pero la minería de arcilla se lleva la tierra y esta nunca más se recupera”.
Norte del Cauca
Para José Humberto Cárdenas un ingeniero ambiental que ha dedicado su vida y carrera a mejorar las condiciones de las y los campesinos del Norte del Cauca, los seis años que ha trabajado junto al Grupo Semillas le han ratificado que en efecto la extracción de arcilla no era el problema años atrás, cuando la región realizaba la alfarería de una manera más artesanal antes de que girara de manera estrepitosa a la producción a gran escala de ladrillos y otros productos.
Para él, en ese momento hubo una ruptura entre la región del antes y la región en la que se convertiría el Norte del Cauca, con la llegada de esta industria
“esto trajo consigo la destrucción de la cultura afronortecaucana, de sus medios de subsistencia y de sus medios de vida. La pérdida de la finca tradicional como forma de producción local y autónoma de alimentos. La eliminación de la soberanía alimentaria de una población que sembraba y era despensa para otras regiones del país”.
Este contexto los ha puesto en modo de supervivencia frente a la escases de agua, porque cada familia y cada finca, depende de los pozos profundos que, gracias a las excavaciones para la industria, han interrumpido las descargas de los acuíferos (formaciones naturales que almacenan agua subterránea) impidiendo que este líquido vital llegue a los hogares, a esto se suma la dificultad para que las familias encuentren semillas criollas y nativas que en tiempos pasados les permitían sembrar, situación que ahora los obliga a comprarlas, exponiéndolos además a las modificaciones que estas traen genéticamente.
Es así como en esta región convergen varias problemáticas sociales, económicas y también de seguridad, debido al despojo de tierras al que se han visto sometidos varios habitantes desde los años 60’s, por los predios que no se querían vender para la extracción de caña y que, al llegar la industria de la minería, aumentó de manera considerable, “los alfareros artesanales dicen que la industria tiene cooptado todo el territorio al igual que sus relaciones de poder”, dejándolos a ellos por fuera del negocio, ya que no les permiten ni siquiera contemplar la idea de participar.
¿Cómo contribuir para deshacer este daño?
Deyanira Gonzalias Rodallega es una lideresa social que al igual que Alion y José, ha buscado la manera de apoyar a una solución que pueda devolverles su identidad, su valentía y de esta manera fomentar una lucha unificada para salvar la tierra, “Nos quejamos, pero no sabemos cómo poder solucionar esa gran problemática y saber cómo podemos trabajar juntos”, menciona que siempre supo que las cosas no estaban bien con los famosos lagos, sabía que la producción de esos ladrillos dañaban el territorio y empezó a evidenciar que esto traería consecuencias ambientales, sociales y económicas, por eso decidió organizarse junto a otras personas de la comunidad para hacer control ciudadano frente a este fenómeno, “se hizo un foro para difundir la problemática, nos dimos cuenta que había poca sensibilización, a la comunidad le faltaba conocimiento y también oportunidades”.
Asegura que a la colectividad le han hecho creer que uno de los grandes beneficios de que estas industrias estén en la región es la producción de empleo que ofrecen, pero para estos líderes es un porcentaje muy bajo casi invisible, así como el sueldo que reciben quienes tienen la oportunidad, manipulando así a las comunidades para que no sean contrapeso, evitando que haya participación y control ciudadano frente a los impactos negativos que genera la extracción de arcilla a gran escala.
¿Cómo llegaron a los territorios?
“A la comunidad no se le consultó nada, ellos ingresaron y negociaron con la gobernabilidad, pero a la comunidad que era la directamente afectada no la tuvieron en cuenta. Cuando ya estalló todo, ‘cogieron a algunos y les dieron un trabajo’, pero la mayoría ni siquiera son de acá”
Explica Deyanira mientras busca crear pedagogía frente a las personas para que no haya una invisibilidad de la problemática a cambio de un empleo.
Sin acercamientos con la comunidad para pactar estrategias que los beneficien a ambos han transcurrido los años, mientras las organizaciones siguen avanzando para fortalecer de nuevo a los pueblos para que vuelvan a sus inicios en la producción de alimentos a través de la finca tradicional y así poder vigorizar las relaciones del tejido social que les devuelvan la confianza en el campo y la siembra.
Alion, José y Deyanira ahora forman a la población para que desde la ruralidad busquen ser productivos protegiendo a la madre tierra, los recursos públicos y ejerciendo su derecho al control ciudadano.
“Las organizaciones que pertenecemos al comité de incidencia creamos, con el apoyo de Transparencia por Colombia, la Semana de la Defensa de la finca Tradicional, espacio que queremos realizar cada año para fortalecer al campesinado. También trabajamos con niños y jóvenes para vincularlos en la finca”
Alion ratifica que para ella y para los defensores de la tierra la lucha no es contra las ladrilleras, es más bien por volver a sus raíces y poder encaminar a los pueblos para que lo vean como su camino a seguir.
José invita a los pueblos a pensarse la región, el país y el mundo que queremos, donde la naturaleza sea nuestra aliada, no una tierra árida que por codicia acabemos. Una tierra que hoy nos acoge con amor, “para que no seamos una región llena de lagos y suelos infértiles y sea solamente proveedora de mano de obra barata, porque así es como lo han visto las políticas nacionales”.